El guerrero biomédico viene a ser un e-paciente al que el destino lo ha entrampado en una de las adversidades más temibles que le haya tocado vivir a un ser humano: la que enfrenta cuando él o uno de sus seres queridos se encuentra hundido en la impenetrable oscuridad de la esquizofrenia, el autismo, el Parkinson, el queratocono, la enfermedad de Alzheimer, o de cualquier otro padecimiento con un grado similar de severidad y complejidad.
Hay una inmensa diferencia entre curar a un hijo de un raspón en la rodilla y curarlo de esquizofrenia, autismo o epilepsia. Y aunque lograr esto último requiere de una voluntad férrea y otras virtudes, hemos citado y experimentado ya muchos casos de éxito que dan fe de que una hazaña de tales dimensiones, no solo es posible, sino que trae consigo una satisfacción del tamaño de la enfermedad contra la que se está luchando.
Si usted cura a su hijo de un raspón en la rodilla, va a sentirse útil y contento(a) al ver que su hijo ya no llora; pero si lo cura de una enfermedad como las que mencioné anteriormente, se va a sentir realizado(a), va a saber de qué está hecho(a), se va convertir en un(a) gran guerrero(a) biomédico(a), y lo más importante de todo: se va a encontrar con Dios. O al menos eso fue lo que a mí me sucedió, cuando al fin pude curar a uno de mis tres hijos. Y si yo se los presentara, usted no podría decirme cuál de ellos fue el que cayó en el abismo de la esquizofrenia, porque está más sano que el que escribe estas líneas; el mismo que sueña con lograr que otros padres se unan a esta comunidad de guerreros biomédicos, para que motivados al ver lo que pueden lograr con la biomedicina, vayan más allá de la curación de sus seres queridos, ayudando a otras familias a construir su propio destino.
Si los que hemos pasado por una experiencia similar aprovechamos este medio social para compartir miedos, aciertos, errores, aprendizajes e inquietudes, ya no estaremos solos ni nos sentiremos vulnerables, sino empoderados y seguros, pues con dietas y biomedicina, no hay manera de poner en peligro a nuestros seres queridos.
No pretendo convertir esta entrada en un libro de autoayuda, y de ninguna manera le faltaría el respeto a usted de esa manera. Lejos de estar creando falsas esperanzas, como acostumbran hacer los autores de ese tipo de libros, estoy apostando a que así como yo logré curar a mi hijo con una terapia inteligente (biomedicina y una dieta libre de gluten, caseína y azúcar), usted también puede hacerlo. ¿O cree usted que yo soy un padre extraordinario o hay algo en mi que usted no tenga como para no poder realizar una hazaña parecida?
Nada de eso. Soy un padre como cualquier otro y no tengo nada de especial. Lo especial y lo extraordinario está en la naturaleza del remedio que encontré: la medicina ortomolecular (nutrientes en dosis terapéuticas), las microdosis, la nutrición y la desintoxicación. Hoy en día, gracias a la Internet y a toda la tecnología que tenemos a nuestro alcance, ya no precisamos que personas extraordinarias (especialistas con aires de cuasi Dios) sigan haciendo las mismas cosas ordinarias que se les dijo hicieran en la universidad, sino más bien necesitamos que personas ordinarias sepan cómo hacer cosas extraordinarias.
La medicina inteligente, que es como el Dr. Bernard Rimland llamó a la biomedicina cuando venció al autismo de su hijo Mark, es ahora la opción que está marcando la diferencia a la hora de hacer cosas extraordinarias. ¿O cuántos años más va usted a concederle a la medicina alopática para ver si puede curar a su ser querido?
Albert Einstein dijo alguna vez que «si uno está buscando resultados distintos, no debería de hacer siempre lo mismo».
Si un tratamiento no le ha dado resultado en seis meses, vamos, en un año; creo que no se necesita ser un Einstein para concluir que hay que buscar una medicina alternativa. Así lo hicimos mi esposa Lourdes y yo cuando nos vimos obligados a encontrar una solución para su migraña, mi prostatitis crónica, mi hipertensión y mi reflujo gastroesofágico.
No conformes con ello, y después de encontrar juntos una solución para rescatar del abismo a nuestro hijo, le dimos vida a la Fundación MicroMédix para ayudar a otras familias que estaban pasando por una situación similar, brindando apoyo a pacientes con problemas de corazón, asma, alcoholismo, artrosis, alergias, cefaleas, fibrosis pulmonar, insomnio, síndrome de Down, acúfenos, ansiedad, depresión, trastorno de déficit de atención por hiperactividad (TDAH), o con una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Y precisamente por las vicisitudes que hemos pasado, y a pesar de las críticas de los escépticos, de las actitudes necias y los comentarios a veces hasta groseros que algunos detractores frustrados nos dejan tan solo para develar su incapacidad para detener el cambio que este movimiento de los guerreros biomédicos está produciendo; seguiremos luchando por demostrar que nuestra salud no puede estar supeditada a los intereses de la industria farmacéutica, porque estamos convencidos de que las vitaminas, los minerales y demás nutrientes, pueden hacer mucho más por el género humano, que una pastilla sintética fabricada en el laboratorio. Si usted nos ha estado siguiendo desde hace algún tiempo, es probable que ya se haya percatado de que el movimiento que aquí estamos impulsando, no es otra cosa que la evolución de una tendencia que ya se estaba gestando a nivel mundial desde comienzos del siglo, y cuyas características analizamos en nuestra entrega del 21 de Octubre de 2014: «Salud 2.0: la inteligencia colectiva de los e-pacientes y la cura por consenso«.
En esa ocasión, presenté evidencia suficiente de que no hay enfermedad que se resista ante la inteligencia colectiva de un gran número de e-pacientes que han optado por una medicina alternativa consensuada, natural, y por lo tanto segura, que permite que opiniones cruzadas validen lo que se propone en los medios sociales de la Web 2.0. No sé a usted, pero a mi me resulta difícil creer que cientos de miles de guerreros biomédicos (e-pacientes) pudieran estar equivocados, o mintiéndose unos a otros.
Uno no escoge el papel de guerrero biomédico, ni nadie querría convertirse en uno si supiera de antemano lo que le espera; pero el destino es quien manda cuando se pierde el control de aquellas cosas que no dependen de uno, y viéndolo en retrospectiva, el haber tenido que asumir el papel de guerrero biomédico, me enseñó a darle la importancia debida al sufrimiento ajeno, y a que si no podemos atender a los hijos ajenos como si fueran propios, sí podemos ser lo suficientemente empáticos como para ayudar a sus padres o familiares cercanos, a que ellos mismos sepan cómo curarlos con terapias naturales e inteligentes; aconsejándolos y luchando codo a codo con ellos hasta que puedan ver la luz al final del túnel. Esa luz que después de todo, solo Dios puede enviar a cada uno de nosotros para iluminar el camino que Él ha querido que sigamos.
«Un guerrero no renuncia a lo que ama, sino que encuentra el amor en lo que hace«… Dan Millman.
© Sergio López González. Fundación MicroMédix. 6 de abril de 2015