Terapias Naturales

Recetas con Medicina Ortomolecular de Precisión

Reminiscencias: esa tercera cara de la visualización reiterada que alivia

2 comentarios

«Soñar no cuesta nada«, dice el refrán popular, y lo más interesante de ello es que puedes conseguir el alivio de algunos malestares, ya sea soñando despierto, o bien evocando alguno de los sueños que alguna vez experimentaste estando dormido. En la primera parte de este trabajo de investigación describí cómo el soñar despierto puede ayudarte a recuperar tu salud más rápido, que si solo te concretas a seguir las indicaciones de tu receta al pie de la letra. En esta segunda parte describo cómo la evocación de un sueño o de un suceso pasado (reminiscencia), puede contribuir también a aliviar los síntomas de una enfermedad crónica. Y para ilustrar en qué consiste esta técnica y cómo puedes aplicarla a tu caso particular, he seleccionado tres casos de estudio que te ayudarán a identificar sus componentes, así como a comprender la dinámica de este tercer tipo de visualización.

De cómo he ido superando mi acrofobia

Hace muchos años, mientras me afanaba en cortar una varilla que sobresalía de la azotea en donde me encontraba arrodillado, sufrí una caída desde un primer piso, justo cuando aquella se rompiera, después de haber sido doblada para adelante y para atrás en repetidas ocasiones, por un niño que en ese momento quiso corroborar una vez más, la validez de la ley de la gravitación universal. Esa varilla, que en un futuro formaría parte de uno de los castillos del segundo piso de aquella vivienda, marcó mi vida para siempre, ya que a pesar de no haber sufrido lesiones de mayores consecuencias físicas, con el tiempo se tradujo en una secuela psicológica consistente en una acrofobia (miedo a las alturas).

Y fue así como una gran parte de mi vida tuve que aprender a vivir con ese trauma, temiéndole a los lugares muy altos, a las azoteas y demás entornos en donde según yo, existía la posibilidad de caer al vacío. Era tanta su intensidad, que hasta sentía angustia cuando veía a un familiar o incluso a un extraño acercarse al borde de un precipicio o a un balcón de algún edificio. Pero una vez que supe que las imágenes perturbadoras pueden contrarrestarse con reminiscencias positivas, pude vencer, al menos parcialmente, los efectos nocivos de las primeras.

Aprovechando ese conocimiento, un día decidí realizar un experimento que consistió en evaluar el beneficio que me brindaría el evocar un sueño que desde hace años vengo teniendo y que supuse me podía ayudar a superar mi fobia. Lo paradójico de este sueño es que, a pesar de que puedo volar a mucha altura, la «experiencia» me resulta muy placentera. Todo comienza cuando en lugar de extender los brazos para simular que tengo alas, aprieto los puños y dirijo las manos hacia el suelo, como si a esa acción le correspondiera la reacción que un cohete experimenta cuando se le hace despegar hacia el espacio exterior. Y ya habiendo alcanzado cierta altura, ese mismo movimiento parece ayudarme a guiar mi viaje fantástico, esquivando los cables eléctricos que voy encontrando en mi camino, así como árboles y nubes que insisten en impedir mi visibilidad.

Lo más curioso de todo esto es que en el sueño me siento muy seguro. Jamás he soñado que me caigo mientras «vuelo».
Como era de esperarse, con frecuencia sueño que me caigo; pero siempre  desde un edificio, una escalera o un balcón; nunca durante una de esas formidables travesías aéreas.

Y a pesar de que me brindaba cierta seguridad, no podía confiar en que esa reminiscencia me fuera a funcionar en la práctica, así que decidí utilizar una película para probar qué tan efectivo podría ser mi sueño, a la hora de disipar mis miedos. Supuse que una historia basada en hechos reales en la que el protagonista corriera peligro al exponerse a las alturas, cumpliría muy bien con el propósito de mi experimento. En Netflix encontré unas dos o tres películas que consideré harían bien las veces de «simulador de peligro»; sin embargo, la que llamó más mi atención por lo que alcancé a ver en sus avances fue «La Cuerda Floja» (The Walk), una historia que versa sobre la hazaña que realizó un funambulista francés de nombre Philippe Petit, quien en agosto de 1974 cruzó con tan solo una cuerda y un contrapeso, la distancia que mediaba entre las azoteas de las Torres Gemelas de Nueva York. Y aunque durante la película no sentí mucha angustia al estar mirando las escenas que representaban un potencial peligro de caer, el problema apareció ese mismo día al intentar dormir. Sencillamente no podía apartar de mi mente las imágenes que más me habían impresionado (como las que he adjuntado a este párrafo).

Y entonces sucedió algo inusitado: casi sin proponérmelo, o quizás inconscientemente evoqué mi «simulador de vuelo», ese sueño que relaté párrafos atrás y que en esos instantes me vino como anillo al dedo, pues cada vez que mi mente se perturbaba con las imágenes de la «Cuerda Floja», me veía yo agitando mis manos hacia abajo para impulsarme en dirección ascendente, reemplazando así mi ansiedad por una sensación de empoderamiento que me daba el control total de la situación. Todavía no sé si esa ensoñación de la que me valí ese día para poder conciliar el sueño, me va a servir para superar la ansiedad que me provocará el acercarme a la orilla de una azotea, un balcón o un escenario similar; pero al menos sé que ya cuento con una opción para minimizar esa angustia, que entre otras cosas viene generalmente acompañada de una sudoración en el cuerpo y una ligera presión en el coxis.

De cómo un paciente con prostatitis está manejando una retención urinaria, valiéndose de una reminiscencia

A un paciente de cuyo nombre no quiero acordarme, le aconsejé realizar un experimento que consistió en la evocación de un hecho que vivió hace años, después de haber sido operado de las hemorroides. Actualmente sufre de prostatitis crónica, y la idea central de su tratamiento es que, además de seguir las indicaciones de su receta al pie de la letra, minimice la retención urinaria que su próstata inflamada le está ocasionando. Antes de superar un problema de hemorroides, este hombre de 62 años, a quien llamaré H62 a efecto de encubrir su verdadera identidad, desarrolló una prostatitis iatrogénica, después de que años atrás, un médico le colocara una sonda para que pudiera orinar.

H62 nunca supo a qué se debió esa primera retención aguda de orina, el caso es que a partir de esa experiencia, comenzó a tener problemas con su próstata y por ende, con su micción. Hoy en día, cada vez que a este paciente se le dificulta orinar, recuerda la vez que fue operado de las hemorroides, pues era la segunda vez que era intervenido y tenía miedo de que después de la operación, tuviera dificultades para vaciar su vejiga, tal y como le pasó cuando aquél médico tuvo que aplicarle una sonda para evitar complicaciones. La reminiscencia de haber podido orinar sin necesidad de una sonda, después de haber sido intervenido de las hemorroides, es lo que hoy le está ayudando a no tener problemas de micción.

Él recuerda cómo en las primeras horas de la mañana, una vez que la anestesia local dejó de tener efecto, se puso de pie, alcanzó el pato que yacía en una de las mesitas que había al lado de la cama del hospital, acercó la boquilla del recipiente hacia su pene y esperó a que sucediera lo que tanto ansiaba. Y mientras el líquido que prometía ser ámbar estaba por hacer su triunfal aparición, él veía a través de las persianas entreabiertas de su cuarto, a lo lejos, cómo la gente caminaba por la calle. Y justo cuando su visibilidad le permitió divisar a un hombre agacharse para amarrar sus agujetas, escuchó el sonido que emitía su orina al acariciar una de las paredes del pato que ya para esos instantes pendía de su diestra.

Y cada vez que siente que va a tener dificultad para orinar durante la noche (nocturia), H62 visualiza de nuevo esa misma escena para conseguir una micción normal. Nota el nivel de detalle que H62 utiliza en su reminiscencia. Y he querido replicar aquí ese mismo nivel de pormenorización para enfatizar la importancia que tiene hacerlo de esa manera. Se trata de recordar y reproducir mentalmente no solo las imágenes, sino todos los sonidos que puedas, los olores, los sabores y si te es posible, hasta lo que llegaste a percibir en esa ocasión con tu sentido del tacto. Ten presente que entre más detalles recuerdes del suceso asociado al alivio de tu malestar, mucho mayor será el beneficio terapéutico que obtendrás de tu remembranza.

Anclando la reminiscencia para reforzar su beneficio terapéutico

Anclar una visualización significa asociar la experiencia anteriormente vivida, con un elemento tangible que refuerce  la vivencia que uno está fabricando en el presente. De manera análoga a como un escenario de realidad virtual estimula la participación directa del paciente en su visualización (véase también «Visualización reiterada: un recurso más para superar las enfermedades crónicas«), la reminiscencia anclada propicia que el paciente reproduzca mejor la experiencia pasada en el aquí y en el ahora, sustituyendo una pastilla o una terapia, por un agente terapéutico que emula la función que en el pasado desempeñó aquélla. Para ilustrar mejor en qué consiste esta técnica, quisiera traer a colación el caso de Armando, un paciente a quien en septiembre de 2016 le sugerí «anclar» la toma de la niacina que yo le había prescrito, con el alivio que experimentó en su pasado, cuando después de un tiempo de haber estado tomando un psicotrópico indicado para mejorar los síntomas de la esquizofrenia (Solian), dejó de escuchar las voces que lo atormentaban.

Y aunque él nunca quiso llevar a cabo dicho experimento, esa misma sugerencia se la he hecho a otros pacientes, que adoptando una actitud diferente, pudieron conseguir resultados por demás satisfactorios. La idea era que tanto Armando como ellos recrearan la experiencia de haberse aliviado anteriormente con una determinada sustancia, empleando otra con la misma finalidad (probablemente porque esa sustancia ya no estaba disponible, o porque ya no les estaba funcionando durante esa otra experiencia a la que comúnmente se le llama recaída). No obstante, quisiera dejar claro que de ningún modo el ancla debe usarse como placebo.

Para aliviar un síntoma se requiere necesariamente que la sustancia que funge como sustituto o ancla, posea las propiedades terapéuticas que demanda el experimento.
En algunos casos (en el 33%  de los mismos para ser exactos) un placebo podría funcionar; pero el objetivo aquí es más bien utilizar la visualización anclada como un auxiliar en el proceso de recuperación, no como sustituto de todo el tratamiento. En los ensayos aleatorizados tipo doble ciego, el placebo suele sustituir al agente terapéutico, y en el contexto de este reporte, ese no es nuestro objetivo. Por favor no me mal interpretes, el ancla solo es una parte del tratamiento.

Conclusiones

Las reminiscencias solo son útiles si podemos encontrar en nuestro pasado, vivencias que nos puedan ayudar a contrarrestar aquello que en el presente nos está molestando. Las visualizaciones reiteradas no son supercherías ni recursos que no puedas aprovechar para mejorar tu estado de salud. Si lo piensas más detenidamente, todo el tiempo están soñando despierto, haciendo planes, elucubrando alguna forma de resolver tus problemas, en una palabra, imaginando. Y como de todas maneras siempre estás concibiendo escenarios tanto optimistas como pesimistas, te pregunto:

¿Por qué no simplemente aprovechas esa cualidad que Dios te regaló para perfeccionar esas visualizaciones, adoptando una actitud más positiva que la que alguna vez mantuvo Armando cuando le pedí que practicara una reminiscencia anclada? ¿Por qué no miras al pasado y recoges todo lo bueno que te ha sucedido para convertirlo en una ensoñación terapéutica?
Sueña todo lo que puedas, ya sea dormido o despierto, porque eventualmente tu mente conectará con tu cuerpo para despertarlo con lo más preciado que tienes o que llegarás a tener en toda tu existencia: tu salud.

«No desdeñes el poder que tus sueños tienen para curar, porque estarás desperdiciando la oportunidad de verlos convertidos en realidad«…
© Sergio López González. Fundación MicroMédix. 31 de octubre de 2020


Reseña este artículo y únete a nuestro equipo de teletrabajo


Anuncio publicitario

Autor: micromedix

Sergio López González. Ing. en Informática Biomédica

2 pensamientos en “Reminiscencias: esa tercera cara de la visualización reiterada que alivia

  1. Wao, suena un poco freudiano. Interesante. Saludos

    Me gusta

  2. Muchas gracias Carlos. Un abrazo.

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s