Sus causas
La enfermedad de Alzheimer es un trastorno de la personalidad que puede ocurrir en la última etapa de la vida. Quienes llegan a padecerla desarrollan una pérdida progresiva de la memoria y un deterioro parcial de sus capacidades cognitivas. Aunque es un problema multifactorial, todo parece indicar que su principal causante es la degradación anormal de un neurotransmisor conocido como acetilcolina. Algunos expertos creen que su etiología podría estar relacionada con una acumulación de aluminio en el cerebro [1]. No obstante, dado que la toxicidad del aluminio se manifiesta de manera muy diferente [2], el que dicho metal pesado pueda ser uno de los causantes, sigue siendo muy controversial.
Sus síntomas
La síntomatología del Alzheimer comprende un patrón muy marcado de olvido, poca capacidad de atención, dificultad para realizar tareas rutinarias, problemas en el habla, desorientación en general, falta de juicio, problemas para pensar, el extravío de pertenencias, depresión, irritabilidad, paranoia, hostilidad y falta de iniciativa.
Aléjese del aluminio y de los alimentos procesados
La intoxicación con aluminio se considera un factor de riesgo para el desarrollo del Alzheimer, a pesar de que muchos médicos no están muy de acuerdo con eso. Pero un estudio preliminar reveló que los pacientes con Alzheimer acusaban más propensión a desarrollar esta enfermedad que las personas sanas, en virtud de haber consumido alimentos que contenían grandes cantidades de aditivos de aluminio, entre los que destacaban los postres derivados de granos, el queso americano, la sal, la goma de mascar, el pudín y las bebidas elaboradas con chocolate [3].
De acuerdo con esto, parece atinado minimizar la exposición a este metal pesado, reduciendo la ingesta de alimentos que vienen envueltos en papel aluminio; de bebidas almacenadas en latas fabricadas con este material; de alimentos que suelen cocinarse en ollas fabricadas con aluminio o que contienen aditivos del mismo; así como evitando el consumo prolongado de medicamentos parcialmente elaborados con dicho contaminante (como por ejemplo el Melox).
Por otra parte, en algunos países, las autoridades municipales acostumbran agregar aluminio a sus sistemas de abastecimiento de agua para evitar la acumulación de partículas. Si usted radica en uno de esos países, puede ser que le convenga más tomar agua embotellada. Aunque algunos especialistas argumentan que es poco probable que el evitar la exposición al aluminio después del diagnóstico pueda afectar el curso de la enfermedad, no parece
muy atinado aumentar el riesgo que implica el no hacerlo. Hay otros estudios poblacionales en los que una alta ingesta de grasas y calorías se asoció con un mayor riesgo de desarrollar Alzheimer, mientras que una alta ingesta de pescado se correlacionó con una disminución del riesgo [4,5,6]. Sin embargo, ya hemos dicho en otras partes de este portal que las correlaciones no necesariamente implican que una cosa sea consecuencia de otra.
La calidad de vida se puede mejorar cambiando los hábitos
Mantenerse activo fuera del trabajo, ya sea física o mentalmente durante la mediana edad puede ayudar a prevenir la enfermedad de Alzheimer. Existe evidencia [7] de que las personas que tienen menos probabilidades de desarrollar Alzheimer son aquellas que realizan más actividades extracurriculares, como podrían ser el tocar un instrumento musical, la jardinería, practicar el ejercicio físico o incluso los juegos de mesa. Y otra cosa, no espere que su condición o la de su ser querido mejore fumando y/o consumiendo café, alcohol, gluten, lácteos y azúcar en todas sus presentaciones. Sustituya el café de grano estándar por café de garbanzo; la leche de vaca por leche de soya, de coco, de almendras o de cualesquier otro tipo que no contenga caseína ni lactosa.
Los componentes de la receta: nutrientes en dosis terapéuticas, aceite de coco y microdosis de Ginkgo biloba, toronjil y salvia.
Varios ensayos clínicos han revelado que la acetil-L-carnitina en las dosis correctas, no solo retrasa la progresión de la enfermedad de Alzheimer [8], sino que mejora tanto la memoria [9,10,11] como el rendimiento general de algunas personas aquejadas de este trastorno [12,13]. Aunque hay personas que podrían responder igual a como lo harían con un placebo, la mayoría de los estudios han demostrado que la administración de este aminoácido trae consigo una reducción en la tasa de deterioro cognitivo [14]. Asimismo, otros ensayos han demostrado que las personas que usan nutracéuticos como las vitaminas C y E, son menos propensas al Alzheimer que las que desconocen dichos antioxidantes [15]. Por su parte, Schmidt y sus colaboradores han señalado que los niveles altos de vitamina E en sangre están correlacionados con el mejor desempeño cognitivo de los adultos mayores [16].
Se ha demostrado también que la vitamina B1 contribuye significativamente en la transmisión de los impulsos nerviosos en ciertas áreas del cerebro, específicamente en las neuronas colinérgicas, que son justamente las que se encuentran deterioradas en los pacientes con Alzheimer [17,18]. Además, se ha descubierto que la actividad de las enzimas dependientes de la vitamina B1 es menor en el cerebro de los pacientes con Alzheimer que en las personas sanas [19]. Es por ello que consideramos conveniente incluir la vitamina B1 en nuestra receta.
Algunos investigadores han encontrado una asociación entre la enfermedad de Alzheimer y las deficiencias de vitamina B6, B12 y ácido fólico [20,21]; a pesar de ello, se sabe poco acerca de si su suplementación podría ayudar a las personas con esta enfermedad. De acuerdo con esto, conviene que las personas con la enfermedad de Alzheimer ordenen exámenes de laboratorio con miras a detectar deficiencias de vitamina B6, B12 y/o folato, para que en caso de que sus niveles se encuentren bajos, reciban tratamiento.
Por otra parte, varios estudios [22, 23,24,25] han revelado que las personas que padecen de Alzheimer presentan niveles de DHEA en sangre más bajos que las personas sanas. Esta evidencia sugiere un posible beneficio de la suplementación con DHEA en personas que sufren de Alzheimer. En un ensayo tipo doble ciego, los participantes a los que se les administró 100 mg diarios de DHEA durante seis meses, tuvieron un rendimiento mental significativamente mejor a los tres meses, que aquellos que tomaron placebo.
El aceite de coco es un componente que no debería faltar en una receta destinada a aliviar los síntomas descritos con anterioridad. No obstante, por ser una pieza clave en el tratamiento del Alzheimer, he dedicado un artículo completo para exponer cómo esta fuente de triglicéridos de cadena media (MCT oil) tan modesta, ha sido capaz de mejorar la calidad de vida no solo de los pacientes con Alzheimer, sino también de aquellos que están enfrentando otra enfermedad igual de grave pero seguramente más agobiante que la que aquí estamos analizando: la de Parkinson.
Plantas medicinales en microdosis para la enfermedad de AlzheimerEn Europa ya se aprobó un tratamiento con un extracto de hojas del árbol de Ginkgo biloba para la etapa temprana del Alzheimer. Si bien no constituye una cura, esta planta (véase portada de la receta) puede mejorar la memoria y la calidad de vida, así como retrasar la progresión de la enfermedad en su primera etapa. Además, cuatro ensayos tipo doble ciego ya demostraron su efectividad en las primeras etapas de la enfermedad [26,27,28,29]. Y por si eso fuera poco, en un estudio comparativo de ensayos controlados con placebo se concluyó que presentaba un mecanismo de acción muy similar al del donepezil y la tacrina, que son medicamentos que se recetan en casos de demencia por enfermedad de Alzheimer [30]. Cabe señalar que
es posible que para poder ver resultados sea necesario tomar el extracto durante seis u ocho semanas, o mejor aun, administrar microdosis de Ginkgo biloba por dos o tres meses. Y el toronjil (derecha) no se queda atrás. En un ensayo aleatorizado se concluyó que la suplementación durante 16 semanas con un extracto de toronjil (Melissa officinalis), mejoró la función cognitiva y redujo la agitación en personas con Alzheimer (en comparación con aquellas que tomaron placebo) [31]. Es por ello que recomiendo no subestimar el potencial terapéutico del toronjil en microdosis.
Por último, en otro estudio tipo doble ciego, la suplementación con salvia durante cuatro meses resultó en una mejora significativa de la función cognitiva, en contraste con lo que produjo un placebo [32]. Aunque no se sabe con certeza cómo es que la salvia mejora las capacidades cognitivas, parece ser que ejerce cierto efecto sobre la acetilcolina, que es el neurotransmisor al que hice alusión al principio de este ensayo. Dado el potencial tóxico de esta planta, se recomienda administrar únicamente en microdosis, empleando la técnica propuesta por el Dr. Eugenio Martínez Bravo en su «Guía Terapéutica con Microdosis» [33] (para mayor información sobre cómo puede usted elaborar sus propias microdosis, sírvase consultar nuestra sección de cursos).
© Sergio López González. Fundación MicroMédix. 20 de mayo de 2021
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REFERENCIAS
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