En mis dos artículos anteriores expliqué cómo aplicar las técnicas de la intención paradójica y la desreflexión para librarse de las compulsiones, las obsesiones y en especial de la hipocondría, que es un tipo particular de obsesión por la contracción o el desarrollo de una enfermedad. En la presente publicación discuto cómo un familiar, un(a) trabajador(a) dedicado(a) al cuidado de personas o un terapeuta en ciernes recurriría al diálogo socrático para hacer que la persona que está a su cargo, cambie de parecer en beneficio de su bienestar personal.
Esta otra técnica de la logoterapia se conoce también como método socrático. Hacer que un ser querido o un paciente cambie de postura puede significar ya sea un cambio de creencia, una modificación de actitud o una simple invitación a que colabore en su recuperación. Ejemplos de estas tres áreas de aplicación serían hacer que el paciente deje de sobrestimar el poder que las voces ejercen sobre él/ella, convencerlo de que los delirios que experimenta podrían ser falsos, o bien persuadirlo(a) de que no interrumpa su tratamiento, ya se trate de uno de índole cien por ciento natural, alopático, o una combinación de ambos (medicina integrativa).
A continuación ilustraré con un caso, cómo una persona que cuida de otra podría convencerla de que debe seguir tomando los nutraceúticos que aparecen en su receta. Aquí puede usted encontrar otro ejemplo de diálogo socrático entre un abogado y el presunto culpable de un delito, para que a través de un video en YouTube, aprecie mejor el procedimiento que podría aplicar en su caso particular (véase más adelante un ejemplo escrito de un diálogo entre un padre/madre y su hija).
El caso de Paco
Paco es un caso más que estamos atendiendo, en el que las voces tal vez no han sido un gran problema (todavía), pero en el que sí se aprecia una franca manifestación de otra clase de síntomas psicóticos positivos: los delirios.
Paco no estaba dispuesto a consumir suplementos que contuvieran nutrientes de origen animal, en concreto, se rehusaba a tomar el omega 3 (aceite de pescado) y la proteína de suero de leche. La creencia que sostenía su postura era: «no al maltrato de los animales», según me informó Lourdes González, la consejera que lo estuvo atendiendo durante su tercera entrevista motivacional.
Pensando que no era necesaria todavía una intervención cognitivo-conductual, quisimos respetar esa creencia, ya que si bien estaba muy arraigada (100% de convicción), no representaba una amenaza para el tratamiento. Lourdes hizo lo posible para convencerlo de que tomara el omega 3, argumentando que el fabricante del producto que le habíamos recomendado, pertenecía a ese grupo de empresas que se autodenominan sustentables, que por estar a favor de la conservación del ambiente, también desaprueban el maltrato animal.
Paco aceptó de buena gana seguir tomando el aceite de pescado unos cuantos días más; pero como no estaba muy convencido, pronto suspendió su consumo. A sabiendas del efecto que puede tener una creencia en el resultado de un tratamiento, respetamos su decisión y le propusimos que continuara con los demás suplementos, sustituyendo la proteína de suero de leche por proteína de soya. Confiando en que esa era la única creencia que podría afectar la evolución de sus síntomas, quedamos a la espera de que mejorara con la administración asidua de los suplementos de la receta para la esquizofrenia.
Su estado de ánimo mejoró después de aconsejarle una dosis diaria de 3 gramos de inositol, porque de acuerdo con lo que nos informó su mamá durante una consulta telefónica, Paco había comenzado a experimentar arranques de ira y a ponerse muy violento. Pensé que ello podía deberse a los efectos secundarios de un antipsicótico que el padre de Paco le había estado dando en forma de gotas, por recomendación de un psiquiatra de toda su confianza. El inositol al principio ayudó; pero posteriormente las cosas se salieron de control cuando este muchacho decidió suspender tanto el tratamiento natural que nosotros estábamos supervisando, como uno de los antipsicóticos que le había prescrito su psiquiatra. Su mamá hacía referencia al mismo como el «cuartito», dándonos a entender que se trataba de un cuarto de tableta de otro antipsicótico cuyo nombre no pudo recordar cuando se lo preguntamos. Demasiado misterio para tan pocos avances.
Ejemplo de diálogo socrático
Y este es un comportamiento que ha venido repitiéndose una y otra vez en varios casos, no solo en el de Paco. Sin previo aviso, algunos pacientes deciden suspender sin mayores averiguaciones lo que han estado tomando por meses, a pesar de haber mejorado en todo ese tiempo. Y es en este punto en donde el diálogo socrático puede ayudar. Esta técnica, nos permite establecer una mejor relación con el paciente (rapport), conocer sus creencias, su manera de percibir el mundo y los motivos que puede tener para continuar con su tratamiento. Con el propósito de que dicho tratamiento llegue a buen término, a continuación expongo un ejemplo de un diálogo socrático entre un padre (o una madre) y su hija:
Tutor (T): ¿Por qué no quieres tomar tus vitaminas ?
Hija (H): Porque no estoy enferma. Como estoy, estoy bien, no necesito tomar medicinas
T: Yo tampoco creo que estés enferma, al igual que tú, yo no comulgo con la idea de tomar medicinas cuando uno está sano (el tutor le hace saber a su interlocutora que él está de su lado, no de los médicos ni de los que dicen que está enferma. Esto es lo que se conoce técnicamente como rapport).
T: ¿Pero dime, qué las vitaminas son iguales que las medicinas?
H: Sí, son lo mismo, a fin de cuentas son cápsulas y tabletas.
T: ¿Y si llenas una cápsula vacía son azúcar, eso sería una medicina?
H: No, el azúcar no puede ser medicina
T: ¿Aunque esté dentro de la cápsula?
H: Aunque esté dentro de la cápsula. El azúcar nunca ha curado a nadie de nada
T: ¿Y entonces las vitaminas son medicinas, nada más porque están dentro de una cápsula?
H: No
T: Pasa lo mismo que con el azúcar, no es así?
H: Sí
T: Y si pasa lo mismo que con el azúcar, te has preguntado por qué querría yo que tomaras vitaminas, sabiendo que no estás enfermo?
H: No sé, dímelo tú
T: La idea de que tomes vitaminas no es para que te cures de algo, sino para evitar que te enfermes. ¿O es que no te has dado cuenta de que hoy en día corremos más riesgo de enfermarnos que antes de que nos invadiera el coronavirus?
H: Pues sí
T: Lo que pasa es que si te llegaras a enfermar, necesitaríamos mucho dinero para la hospitalización, y tú no querrías que yo me quedara sin dinero por no querer tomar las vitaminas, o si?
H: Por supuesto que no
T: ¿Entonces no crees que tomar vitaminas sea una buena idea?
Esa podría ser una estrategia.
En general, la idea del diálogo socrático es hacer que el enfermo caiga en una contradicción, en función de lo que él mismo va respondiendo a las preguntas que el tutor le formula. El propósito del diálogo no es que el tutor le diga a su interlocutor lo que debe hacer. El tutor no debe recomendar nada, solo preguntar con cierta astucia para que el interlocutor saque sus propias conclusiones, guiado por el cuestionamiento. No se trata de convencerlo con palabras ajenas, sino de que él/ella mismo(a) se de cuenta de lo incongruentes que pueden llegar a ser sus ideas. En el ejemplo anterior el interlocutor admitió que las vitaminas no son medicamentos y por lo tanto, el hecho de que no se le recetan por estar enfermo, sino para prevenir una posible enfermedad y la ruina de su señor(a) padre/madre.
Poniéndose en los zapatos del tutor y aun estando convencido de que las vitaminas sí curan (cuando se administran en dosis terapéuticas), usted haría bien en abstenerse de sugerir ese hecho a su hijo(a), para que él/ella no piense que se las está recomendando por estar enfermo.
“Para dialogar, preguntad primero; después…escuchad”… Fray Antonio de Guevara
© Sergio López González. Fundación MicroMédix. 24 de mayo de 2022