Desde la perspectiva de unos padres con hijos que han sido diagnosticados con TDAH, creo que no hay mejor alternativa que la psiquiatría de precisión. Estando en contubernio con el sistema dominante de salud mental, y en caso de diagnosticar a un paciente con TDAH, un psiquiatra no vacilaría en recetar Ritalin a niños entre los 9 y los 13 años de edad. Y eso es precisamente lo que pretendemos evitar con la psiquiatría de precisión.
Los niños inquietos no necesitan ni nalgadas ni Ritalin
El metilfenidato (Ritalin) es un fármaco que la Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos ha clasificado como narcótico de Clase II, al igual que la cocaína, la morfina y las anfetaminas. Está indicado para mejorar la concentración de los niños que a juicio de algunos mercenarios de bata blanca, son más inquietos de «lo normal».
Conviene que los padres que tengan un hijo o una hija que haya sido etiquetado(a) por algún psiquiatra como «pacientito» con TDAH, conozcan la «paradoja del Ritalin» y lo que apuntó Richard Malter en un artículo que publicó en su página web y que después de traducido al español dice así:
«El uso prolongado de fármacos estimulantes normalmente da como resultado la pérdida del magnesio y el zinc que se encuentran almacenados en células y tejidos, de tal manera que se induce una deficiencia crónica de magnesio en los niños que toman este tipo de estimulantes».
Siendo el Ritalin un narcótico de clase II, lo mejor que uno puede hacer para minimizar el síndrome de abstinencia es ir dejándolo poco a poco, según lo explicamos en nuestras consultas. Una vez que lo ha consumido por un tiempo suficiente como para depender de él, el paciente debe estar consciente de que no lo puede dejar de un día para otro. Ese mecanismo de acción no difiere mucho de la forma en la que actúa la cocaína y la morfina, y no constituye un efecto secundario, sino calculado.
A diferencia de los llamados efectos secundarios (involuntarios), el conjunto de síntomas que un niño puede experimentar al suspender abruptamente el Ritalin, es un efecto calculado (intencional) que acaba convirtiéndose en un síndrome de abstinencia. La buena noticia es que esa iatrogenia puede ser contrarrestada con sal de mar (sodio) e ingestas periódicas de magnesio y zinc. Un suplemento quelatado como el que aparece a su derecha, no solo le ayudaría a superar una iatrogenia causada por fármacos estimulantes, sino que sería lo más adecuado para producir el efecto calmante que un niño inquieto podría necesitar, en caso de presentar hiperactividad por exceso de azúcares y comida chatarra repleta de colorantes y saborizantes artificiales. La práctica de ocasionarle a un niño un efecto calculado de este tipo debería estar penada; pero a nosotros solo nos corresponde poner al descubierto las tácticas deshonestas de un sistema de salud que tiene poder para engatusar; pero no para funcionar.
En el caso del metilfenidato la iatrogenia se hace todavía más evidente cuando uno termina de analizar el total de síntomas causados por una deficiencia nutricional de zinc. Y es aquí donde cualquiera se indigna ante lo inaudito: la falta de zinc deteriora, entre otras cosas, la capacidad de concentración. Y uno se pregunta: ¿Pues que no es para eso que los psiquiatras recomiendan el Ritalin? En eso radica la paradoja del Ritalin y el gran secreto de la mayoría de los efectos calculados: el metilfenidato está diseñado para imitar las propiedades del zinc, con la diferencia de que este último no produce farmacodependencia.
Por algo algunos expertos recomiendan potenciar el metilfenidato con zinc. Y muchos padres me preguntan: ¿Y por qué entonces los laboratorios no producen zinc, en lugar de drogas?
La verdad es que los minerales, las vitaminas, los ácidos grasos esenciales y los aminoácidos no se pueden patentar, y lo que no se puede patentar no deja dinero. Esos son los fines de la industria farmacéutica, esos son sus medios y ese es el modelo maquiavélico que los príncipes de la salud han estado usando por años para enriquecerse. Para ellos, ese fin justifica los medios, cualesquiera que sean éstos.
Caso de estudio: personalizando la receta con psiquiatría de precisión
Ejemplifiquemos lo discutido hasta aquí analizando el caso concreto de un adolescente, cuyo diagnóstico no es precisamente un TDAH, pues como he dicho en otras ocasiones, esa enfermedad la inventó la Asociación de Psiquiatras Americanos (APA) en contubernio con la industria farmacéutica, para promover la venta de estimulantes como el Ritalin. No obstante, sí es necesario atenderlo debido a que si se deja pasar más tiempo, la situación podría empeorar y terminar en un comportamiento hostil, que a la larga podría acarrear problemas de índole social o hasta judicial. El resumen de su historia clínica es el siguiente:
Niño de 13 años con problemas de estreñimiento, a quien no le gustan las verduras, las frutas ni las semillas. Le gusta el espagetti (gluten) con crema, las enchiladas, los tacos al pastor y de suadero; el arroz, la carne enchilada, los chilaquiles verdes con pollo y de vez en cuando se termina una sopa de verduras. Le encantan las frituras repletas de GMS, tartrazina, azúcar y carbohidratos, la salsa «Valentina» y los lácteos.
Es rebelde y difícilmente pone atención cuando se le habla y si se le pide un favor, termina haciéndolo a regañadientes.
Su madre recibe citatorios de sus maestros por conflictos frecuentes con sus compañeros, quizás porque su humor es muy variable, pudiendo ir desde una rabieta, hasta un estado de euforia total.
Es aficionado a los videojuegos y al fútbol; despliega una gran creatividad cuando practica el origami y posee una singular destreza para primero acorralarte, y luego darte «jaque mate» en el ajedrez.
¿Qué necesita entonces este niño inteligente, desnutrido e inquieto?
Lo que vamos a recomendar a los padres de este muchachito, además de una dieta libre de gluten, cafeína, lácteos y azúcares, es una buena suplementación a base de ácidos grasos omega 3, dosis terapéuticas de zinc, ácido fólico, vitamina C y complejo B, también en dosis ortomoleculares (recuerde que «orto» significa correcto). Y para cerrar con broche de oro, citrato de magnesio, acetil-l-carnitina y L-teanina.
“Desgraciadamente, la mayoría de los niños no tienen a nadie que desempeñe el papel que el psicólogo tuvo en la vida de Gillian, y más aún en la actualidad. Cuando un niño es demasiado nervioso e inquieto, le recetan algo y le piden que se tranquilice”… Sir Ken Robinson
© Sergio López González. Fundación MicroMédix. 7 de junio de 2022