La automedicación puede resultar peligrosa con fármacos; pero no así con sustancias naturales. Si se conocen bien las propiedades de estas últimas, las dosis correctas de los nutracéuticos que se han de tomar y se estudian detenidamente sus posibles efectos secundarios, no hay manera de poner en riesgo nuestra salud, sobre todo porque dichas reacciones adversas son prácticamente nulas.
La automedicación con dosis terapéuticas de nutracéuticos consiste simplemente en restaurar los niveles normales de vitaminas, minerales, aminoácidos y ácidos grasos esenciales que hay en nuestro organismo. Estos cuatro grupos de nutracéuticos, mejor conocidos como suplementos, son los que necesita nuestro cuerpo para funcionar apropiadamente. Como explico en el Curso-Taller de Autocuración con Medicina Ortomolecular, nos enfermamos no porque necesitemos de sustancias químicas a las cuales nuestro cuerpo jamás se acostumbrará (de ahí que no podamos deshacernos de los efectos secundarios de los fármacos). Nos enfermamos porque nos están faltando uno o varios nutrientes.
El sistema de salud dominante nos ha estado aleccionando a través de los años y de todos los medios publicitarios, para que creamos a pie juntillas en los supuestos beneficios de la medicación. Asimismo, las que se autodenominan «autoridades» sanitarias nos han repetido hasta el cansancio que el automedicarse puede acarrearnos más problemas que beneficios, como no podría ser de otra manera, pues de lo contrario sus semidioses blancos se quedarían sin pacientes. Existen básicamente dos razones por las cuales la mayoría de la gente no se automedica. La primera de ellas tiene que ver con el teje y maneje de la medicina tradicional (alopática), entendiendo a ésta como aquella que se practica en las clínicas, hospitales y demás instituciones no alternativas cuya misión y visión deben necesariamente comulgar con las políticas de la industria farmacéutica.
A esta industria no le conviene que tú te enteres de cómo es ese teje y maneje; pero parte de nuestra misión es precisamente esa: poner al descubierto las prácticas deshonestas de dicho consorcio farmacéutico. La segunda razón que tienen los médicos alópatas para contraindicar la automedicación, aparte de no quedarse sin trabajo, es que están conscientes de los peligros que encierran los efectos secundarios de los fármacos que ellos mismos prescriben, y que son, en su opinión, los únicos agentes capaces de controlar (no aliviar) la mayoría de las enfermedades crónicas.
Y si me preguntaras sobre lo que yo haría en caso de estar expuesto a una emergencia médica, mi respuesta sería sin lugar a dudas, acudir al centro hospitalario más cercano a mi localidad. Hablando en términos de lo que un cirujano puede lograr con una intervención quirúrgica, esta corriente médica tradicional merece todo mi reconocimiento, por toda esa destreza y sapiencia que demanda una labor de esa naturaleza. Es exclusivamente en estos casos en donde me veo forzado a admitir que la medicina tradicional es la mejor alternativa, si lo que está en juego es la vida de un ser humano. Sin embargo, si me preguntaras sobre lo que yo y cualquier otro mortal deberíamos hacer ante una enfermedad crónica, entonces sí que me decantaría por la medicina basada en nutracéuticos, las microdosis y hasta por un coaching de salud o una terapia cognitiva conductual en caso de un trastorno de personalidad.
Y si en lugar de preguntarme a mí le preguntaras a un(a) señor(a) de bata blanca porqué hay personas que sí se alivian con nutracéuticos, lo más probable es que te diga que existe una cosa llamada «remisión espontánea», porque según él(ella), eso explicaría el que nuestros pacientes consigan el alivio deseado, a lo que tu podrías agregar: «¿Qué no son muchos casos de éxito como para pensar que se trata efectivamente de remisiones espontáneas»?
¿Pero en qué consiste la remisión espontánea y porqué ésta no es precisamente lo que hace que uno de nuestros pacientes se recupere?
En su bibliografía sobre remisión espontánea, Caryle Hirshberg y Brendan O’Regan, definen la remisión espontánea como «la desaparición, completa o incompleta de una enfermedad o tumor maligno sin tratamiento médico alguno o con un tratamiento que se considera inadecuado para dar como resultado la desaparición de los síntomas de la enfermedad o el tumor« [1]. Si Hirsberg y O’Regan están en lo correcto, entonces todos esos casos de éxito que hemos logrado con la medicina ortomolecular (nutracéuticos en dosis terapéuticas), no pueden deberse a una remisión espontánea, pues contamos incluso con testimonios que así lo avalan. Y para muestra un botón.
Y si a pesar de todas esas evidencias, tú eres de esas personas que prefieren mantener una postura escéptica y mantenerse medicado, entonces adelante, puedes continuar así por los años que te quedan por vivir, ya que esta publicación no la he escrito con el propósito de convencer a nadie, sino de informar a aquellos que están clamando por un cambio, y que al igual que yo, están hartos de las mentiras del sistema que desde hace muchos años ha estado monopolizando el servicio de la salud pública, manejándolo más bien como un negocio privado de salud.
«Creo firmemente que si todos los medicamentos del mundo fueran lanzados al mar, sería mucho mejor para la humanidad y mucho peor para los peces«… Oliver Wendell Holmes
© Sergio López González. Fundación MicroMédix. 16 de junio de 2022
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REFERENCIAS
[1] La Mente Como Medicina: Un nuevo paradigma de salud, medicina y curación. Rankin Lissa. Urano.