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La voluntad de vivir de Norman Cousins: el ejemplo a seguir

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CousinsNorman Cousins (derecha) sentó las bases de lo que hoy se conoce como psiconeuroinmunología, cuando después de haber sido diagnosticado con una espondolitis anquilosante, pudo vencerla con dosis terapéuticas de vitamina C y megadosis de películas cómicas. Y no estoy bromeando para que usted comience a liberar endorfinas. Las propiedades terapéuticas tanto de las creencias potenciadoras como del buen humor y el efecto placebo, no eran del todo nuevas en la década de los sesentas; pero fue Cousins quien inquietó a la comunidad médica con sus «Principios de Autocuración: la biología de la esperanza»[1] y su «Anatomía de una Enfermedad o la Voluntad de Vivir» [2]. Con un excepcional coraje para enfrentar una enfermedad en la que el colágeno juega un papel protagónico, el entonces redactor jefe del Saturday Review solicitó la colaboración de su médico de confianza y amigo de toda la vida, el Dr. William Hitzig, para que vigilara el progreso de su enfermedad y la administración de vitamina C intravenosa.

Después de las investigaciones que él mismo había llevado a cabo con la ayuda de su esposa Eleanor y a pesar de que Hitzig no comulgaba mucho con sus creencias, Cousins advirtió el potencial de las propiedades antioxidantes de esa vitamina. En «Anatomía de una enfermedad», escribió: «durante el momento de mayor gravedad de mi enfermedad, estaba absolutamente convencido de que las dosis intravenosas de ácido ascórbico me serían de utilidad… y lo fueron». Las negritas y la cursiva son mías.

Reseña de «Anatomía de una Enfermedad o la Voluntad de Vivir»

médicoDesde su ingreso al hospital, Cousins estuvo postrado en cama sin poder dormir lo suficiente y soportando los efectos secundarios de los analgésicos; hasta que un día, un supervisor le llamó la atención a Hitzig por estar permitiendo que este paciente tan incómodo estuviera viendo películas cómicas en su cuarto, molestando con sus risotadas a los enfermos que intentaban descansar en las habitaciones aledañas. Con todo, Cousins vio ese hecho no como una contrariedad, sino como una oportunidad más para perfeccionar su terapia de risas y vitamina C.

Pensó en trasladarse a un hotel, pues eso lo mantendría alejado de las enfermeras que frecuentemente interrumpían su sueño para extraer una muestra de sangre, tomarle la presión y registrar su temperatura. Él le decía a Hitzig que el sueño profundo (y con mucha razón) era un factor más que podía ayudarle en su recuperación; pero paradójicamente, los médicos hacían caso omiso de sus peticiones y seguían despertándolo a cada rato para monitorear sus signos vitales. Si alguna vez ha estado usted internado en un hospital, sabe a lo que me refiero.
Convencido de que estaría mejor en un hotel, se mudó a uno que costaba un tercio de lo que pagaba en el hospital y continuó con su plan original hasta que se dio cuenta de que al fin estaba mejorando. Durante su estancia en este nuevo entorno, en una ocasión se sintió tan bien que le jugó una broma a una enfermera que acudió a su habitación para realizar una de sus diligencias:

muestra– ¿Cómo estamos el día de hoy?… ¿necesitamos darnos un baño? Sr. Cousins, el Dr. Hitzig me ha pedido que le lleve una muestra de su orina. ¿Me haría usted el favor de colocarla en este recipiente?
– Por supuesto que sí, con mucho gusto, -le contestó Cousins al tiempo que asía el vasito que debía casi llenar con lo que aquella amable mujer le había indicado.
Cuando este singular paciente se volvió para sentarse y hacer lo que tenía que hacer, observó que al lado de su cama, sobre la mesita de noche, yacía un frasco con jugo de manzana…
La enfermera en turno solía hablar en la primera persona del plural, que era algo que a Cousins le fastidiaba, por lo que con una sonrisa de oreja a oreja, tomó el frasco y vació un poco de jugo en el recolector de muestras.

– ¡Listo! -espetó Cousins a la que le había dejado solo durante unos instantes mientras hacía su travesura.
Cuando la enfermera hizo acto de presencia y vio el contenido del frasco, inquirió en su acostumbrado tiempo de conjugación:
– ¿Estamos algo turbios hoy… no es cierto?
– ¿De veras? A ver… -le dijo Cousins a la que él llamaba «Nosotros» mientras estiraba el brazo para de nuevo tomar «la muestra» con los dedos.
– Así es, creo que lo mejor sería pasarlo de nuevo por el sistema -prosiguió Cousins poco antes de asomarse al interior del frasco y beber su contenido como si de un tequila se tratara.
Sobra decir que la cara que puso «Nosotros» bastó para arrancar a su paciente unas cuantas carcajadas.

pronósticoCuando le preguntaron cuál había sido su primera impresión al enterarse de que su enfermedad era incurable, Cousins explicó que tenía que ir asimilando el problema paso a paso. Primero, no acatar el veredicto; segundo, no dejarse atrapar por el miedo, la depresión y el pánico; tercero, darle la seriedad y la importancia debidas a su problema; y cuarto, no ceder ante la idea de que tenía una buena oportunidad de curarse y de que le motivaba el hecho de desmentir el pronóstico pesimista de un especialista que había sentenciado que las probabilidades de recuperación eran de 1/500.

HitzigCuando Cousins se sintió mejor, buscó a Hitzig para comentarle lo mucho que le había ayudado la vitamina C, y fue entonces cuando el galeno le confesó que él no recomendaría a nadie esa terapia, porque carecía de bases científicas. Contrariado por su declaración, Cousins lo inquirió para averiguar porqué entonces lo había ayudado durante todo ese tiempo si jamás había creído en la terapia de la vitamina C, a lo que Hitzig respondió que lo que importaba era que él, que era el paciente, sí había creído en ella. Probablemente Hitzig sabía que el apoyar cualquier tratamiento que no estuviera avalado por el sistema dominante de salud, ponía en peligro su licencia.

Moraleja

marketing farmacéuticoAcatar veredictos, falta de convicción en lo que se hace y pesimismo son factores que contribuyen a que usted no se haya podido aliviar de eso que está minando su salud. Acá nos sobran bases científicas y no nos hacen falta ni batas blancas ni flamantes diplomas colgadas de la pared ni consultorios lujosamente alfombrados para demostrar que los nutracéuticos pueden desempeñar un mejor papel que toda esa medicación repleta de iatrogenias y efectos secundarios. Y si después de todos esos años de confiar en la medicación y de no haber obtenido resultados satisfactorios, en vez de seguir el ejemplo de Cousins decide usted creer en todo ese glamour que rodea al sistema dominante de salud, está claro que pasará a engrosar las filas de farmacodependientes que día a día nos están demostrando cómo dicho glamour provisto de millonarias campañas publicitarias ha podido ganarse la simpatía de tantos adeptos.

«La muerte no es la pérdida más grande en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos«… Norman Cousins
© Sergio López González. Fundación MicroMédix. 28 de junio de 2022


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REFERENCIAS

[1] Principios de Autocuración: la biología de la esperanza. Norman Cousins. Urano
[2] Anatomía de una Enfermedad o la Voluntad de Vivir. Norman Cousins. Kairós

Autor: micromedix

Sergio López González. Ing. en Informática Biomédica

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